Carta pedagógica: Manejar los miedos en la infancia

Sentir miedo es una emoción que todos experimentamos, aunque en la niñez es más difícil enfrentarla. Se trata de una emoción evolutiva, ya que conforme crecen los niños superan sus temores, aunque pueden presentar nuevos.

El miedo es una reacción natural al peligro o ante situaciones que consideramos riesgosas. Pueden ser situaciones reales, como el miedo a un animal grande como un perro, o situaciones imaginarias, como pueden ser pesadillas recurrentes, miedo a fracasar en una presentación escolar o en alguna competencia deportiva.

Las emociones no son todas buenas o malas, nos trasladan a situaciones agradables o desagradables, pero todas son válidas porque expresan una parte de nuestro sentir. Sentir miedo es bueno, porque nos alerta en un momento concreto para enfrentarnos a algo que tenemos enfrente, ya sea un monstruo, una escalera muy alta o una lectura frente a la clase.

Esta sensación de temor puede hacernos sentir paralizados incluso siendo adultos, haciendo que se nos dificulte movernos o actuar de manera racional, incluso puede despertar en nuestro interior unas ganas de salir corriendo, ya que es un instinto de supervivencia que nos incita a escapar de cualquier situación riesgosa.

Todos nos hemos encontrado en una posición que nos ha puesto la piel de gallina. El miedo nos mantiene en estado de alerta y pone nuestros sentidos en marcha, puede ser también un buen maestro, pues nos enseña a tener cuidado y a defendernos de algo que puede representar un peligro para nuestra integridad.

Aunque también puede dar lugar a fracasos anticipados cuando no hacemos algo por miedo a fallar. Muchas veces sentimos miedo ante experiencias nuevas por miedo a lo que “podría pasar”, aunque al final nunca pase. Algunos consejos para los padres de niños con miedos frecuentes o muy presentes son:

• Validar esa emoción, legitimarla y darla por buena. Nunca debes menospreciar los sentimientos de tu hijo, eso merma su autoestima y seguridad. Debemos respetar sus emociones, siendo empáticos para conectar con él o ella.
• Escucha con atención sus comentarios, con calma y con cuidado de no caer en un interrogatorio. Permanece a su lado cuando sepas que ha experimentado una sensación de miedo o temor, tu compañía le tranquilizará.
• Muestra tu entendimiento. De esta forma estableces un ambiente seguro para describir la situación que le mantiene con miedo. No le pidas que lo evite, ayúdale a aceptarlo para superarlo. Mantener una comunicación positiva es una herramienta muy eficaz para proponer soluciones de manera conjunta.

Algunas veces los miedos de los niños son consecuencia de los miedos de sus padres, ya sea por situaciones personales o porque no han tenido una reacción adecuada ante una amenaza que se presentó en su momento. La forma en que enfrentas tus propios miedos le da a tu peque el patrón a seguir para enfrentarse a situaciones similares. El miedo se transmite y también se aprende.

Nunca lo obligues a afrontar sus miedos de manera brusca y tampoco le hagas pasar por una situación desagradable sabiendo sus inseguridades. La vida es un camino que se divide en procesos y etapas, demostrar tu apoyo es el primer paso para plantarle cara a esas cosas que le quitan la tranquilidad.

La mejor manera de abordar los miedos e inseguridades con tu pequeño es trabajar en conjunto, platicando pueden establecer un vínculo comunicativo más fuerte que cualquier montón de sábanas con apariencia monstruosa en medio de la noche. Ayudarle a tu hijo o hija a racionalizar sus miedos le hará más consciente para diferenciar lo que puede representar un peligro de lo que no, y cómo puede afrontar una situación en verdad riesgosa.

Siempre recuérdale a tu peque que en su interior cuenta con las capacidades y habilidades para enfrentar cualquier miedo, si piensa que no las ha desarrollado todavía, puede aprenderlas o mejorarlas con tu apoyo incondicional. Afronten sus miedos juntos, con tu amor y comprensión encontrará la valentía necesaria para superar cualquier reto.